La importancia de apostar por tecnología punta
Todo el mundo sabe que en las carreras de velocidad tienes un tiempo medio para recorrer cada kilómetro. Normalmente estas pruebas las hacíamos 48-50 km/h. El tiempo a invertir en cada Km era entre 1 minuto 10 segundos y 1 minuto 12 segundos. Si te ponían una velocidad rara, del tipo 47 ó 49 km/h, no había manera de que los segundos cuadrasen. Tenías que contar también las décimas de segundo… entonces la cosa se complicaba. Según la prueba esas décimas se despreciaban o se tenían en cuenta. Si se contaban las décimas, cada dos kilómetros teníamos que contar mentalmente un segundo más.
En aquella época, los cronometradores estaban escondidos en hitos kilométricos. Salías a todo gas y cuando llegabas a los 900 metros, soltabas el puño. Entonces era cuando empezabas a regular. Tanto la distancia que te quedaba por recorrer para llegar a ese kilómetro, como los segundos para hacerlo clavado. Cuando te faltaban pocos segundos, hacías la cuenta atrás para que cuando llegabas al minuto y doce segundos, por ejemplo, pasases por ese hito. A veces te pillaba muy encima y casi era como hacer una prueba de lentitud, tirando de freno, manillar y embrague. Otras veces no lo encontrabas y mirabas para atrás y allí estaba. Si el cronometrador veía que ponías el pie en el suelo, te penalizaba. Los cronometradores estaban normalmente bien escondidos, pero a veces sí que los veíamos. Si había lluvia era complicado hacer la media, por el tema de la visibilidad e incluso por lo resbaladizo que podía estar el asfalto.
Nosotros nos hicimos con unos relojes de cuenta regresiva que los programabas a un minuto doce, o un minuto y catorce segundos, según la velocidad media que te marcase la organización. Este reloj, descontaba ese minuto y catorce segundos con una cuenta atrás, que además, al llegar a cero… volvía a empezar en 1:14 de nuevo, sin que tuvieras que hacer tu nada. Ahora te parecerá una chorrada, pero hace casi cuarenta años… era tecnología punta. Te hablo de reloj pero en verdad era una calculadora con cronómetro y cuenta regresiva que encontramos en el Mercado de A Pedra. Era tan fiable que en una ocasión se me rompió el cable del cuentakilómetros y ni me inmuté. Si para otros una cosa de estas les llevaría a abandonar la prueba, yo al tener el reloj, cuando faltaban 10-12 segundos, me ponía a buscar el hito… y allí lo tenías, sin fallo. Más escondido o más visible, pero allí andaba. Lo calculabas a ojo, pero aún así era muy fiable. A veces te los comías, porque los colocaban los a la salida de una curva… pero con un margen de dos segundos arriba o dos segundos abajo, ganabas la prueba. Nadie contaba con aquella precisión.
Yo además, como corrí en rallyes, el tema de mapas y orientación lo llevo muy bien. Es muy difícil que me pierda. Me iba a la Diputación, me cogía los mapas de Pontevedra, La Coruña… había unos mapas muy grandes de las cuatro provincias que yo los diseccionaba y casi puedo decirte que de tanto trabajar sobre ellos me los sabía de memoria. Hacía fotocopias, calculaba donde se tenían que poner los coches que nos suministraban gasolina… la vespa tenía autonomía de ciento y pico kilómetros. Me acuerdo de una etapa en los Ancares donde no había gasolineras, tuvieron que anular un tramo porque la gente se quedó sin una gota de combustible en los depósitos.
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Todo el mundo sabe que en las carreras de velocidad tienes un tiempo medio para recorrer cada kilómetro. Normalmente estas pruebas las hacíamos 48-50 km/h. El tiempo a invertir en cada Km era entre 1 minuto 10 segundos y 1 minuto 12 segundos. Si te ponían una velocidad rara, del tipo 47 ó 49 km/h, no había manera de que los segundos cuadrasen. Tenías que contar también las décimas de segundo… entonces la cosa se complicaba. Según la prueba esas décimas se despreciaban o se tenían en cuenta. Si se contaban las décimas, cada dos kilómetros teníamos que contar mentalmente un segundo más.
En aquella época, los cronometradores estaban escondidos en hitos kilométricos. Salías a todo gas y cuando llegabas a los 900 metros, soltabas el puño. Entonces era cuando empezabas a regular. Tanto la distancia que te quedaba por recorrer para llegar a ese kilómetro, como los segundos para hacerlo clavado. Cuando te faltaban pocos segundos, hacías la cuenta atrás para que cuando llegabas al minuto y doce segundos, por ejemplo, pasases por ese hito. A veces te pillaba muy encima y casi era como hacer una prueba de lentitud, tirando de freno, manillar y embrague. Otras veces no lo encontrabas y mirabas para atrás y allí estaba. Si el cronometrador veía que ponías el pie en el suelo, te penalizaba. Los cronometradores estaban normalmente bien escondidos, pero a veces sí que los veíamos. Si había lluvia era complicado hacer la media, por el tema de la visibilidad e incluso por lo resbaladizo que podía estar el asfalto.
Nosotros nos hicimos con unos relojes de cuenta regresiva que los programabas a un minuto doce, o un minuto y catorce segundos, según la velocidad media que te marcase la organización. Este reloj, descontaba ese minuto y catorce segundos con una cuenta atrás, que además, al llegar a cero… volvía a empezar en 1:14 de nuevo, sin que tuvieras que hacer tu nada. Ahora te parecerá una chorrada, pero hace casi cuarenta años… era tecnología punta. Te hablo de reloj pero en verdad era una calculadora con cronómetro y cuenta regresiva que encontramos en el Mercado de A Pedra. Era tan fiable que en una ocasión se me rompió el cable del cuentakilómetros y ni me inmuté. Si para otros una cosa de estas les llevaría a abandonar la prueba, yo al tener el reloj, cuando faltaban 10-12 segundos, me ponía a buscar el hito… y allí lo tenías, sin fallo. Más escondido o más visible, pero allí andaba. Lo calculabas a ojo, pero aún así era muy fiable. A veces te los comías, porque los colocaban los a la salida de una curva… pero con un margen de dos segundos arriba o dos segundos abajo, ganabas la prueba. Nadie contaba con aquella precisión.
Yo además, como corrí en rallyes, el tema de mapas y orientación lo llevo muy bien. Es muy difícil que me pierda. Me iba a la Diputación, me cogía los mapas de Pontevedra, La Coruña… había unos mapas muy grandes de las cuatro provincias que yo los diseccionaba y casi puedo decirte que de tanto trabajar sobre ellos me los sabía de memoria. Hacía fotocopias, calculaba donde se tenían que poner los coches que nos suministraban gasolina… la vespa tenía autonomía de ciento y pico kilómetros. Me acuerdo de una etapa en los Ancares donde no había gasolineras, tuvieron que anular un tramo porque la gente se quedó sin una gota de combustible en los depósitos.
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