Un estreno cargado de emociones

Al final de la velada, cuando los invitados despejaban la sala, una figura conocida se acercó hasta los pies del escenario. Con su inconfundible paso lento y porte elegante, Julián Mouriño irradiaba su habitual serenidad. Yo me acerqué a él. Por unos instantes nos fundimos en un interminable abrazo. Para el que no esté al tanto, a sus noventa y muchos años, Julián ha sido el vespista más prolífico y entregado a la causa que ha parido Galicia. Un hombre que aún hoy encarna aquellos valores de camaradería, confraternidad, respeto, caballerosidad… entre otros, que iban ligados al espíritu vespista. Yo me emocioné. Y cuando digo me emocioné, reconozco que lloré como una plañidera a moco tendido. Para rematarla me comentó que compartía mi emoción y que podía estar muy orgulloso del trabajo realizado. Ya me puedo morir tranquilo...
Cuando en un auditorio eres capaz de reunir a las personas que han colaborado para que tu proyecto salga a la luz, al equipo que hizo posible que un archivo fotográfico como “mi abuelo tenía una igual” tome cuerpo de documental y a buena parte de sus protagonistas, la emoción se palpa en el ambiente. Con todos estos ingredientes, difícilmente recibirás una crítica el día del estreno. Pero cuando se apagan las luces, ves que la cinta avanza y toda la platea se engancha a la proyección, todos tus temores se evaporan con la primera carcajada colectiva.


Lleno absoluto en Auditorio del Concello de Vigo para disfrutar del estreno de "o meu avó tiña unha igual".


Fotografía del equipo que durante los dos últimos años ha trabajado en el documental. De izquierda a derecha: Borja Freire, Carmen Picado, Alberto Blanco, Rober Miñones, Tacho Jiménez, Andrea Lorenzo, Rafael Álvarez y Pablo Osorio. Por compromisos profesionales, ni Fernando González "Gonzo", ni Bruno Nieto ni Pedro Fernández, pudieron acompañarnos al estreno.

Mi abuelo tenía una igual