O Muelle de Ferro
Reportaxe de Olalla Bouza no Diario de Arousa
Fueron las quinientas mil pesetas (en realidad fueron 500.206,25) mejor invertidas de la historia de Vilagarcía. Al menos si el dinero se puede cuantificar por recuerdos. El hierro que se forjó en la memoria colectiva de una población todavía bañada por el mar comenzó a tomar forma de muelle con la Real Orden del 26 de julio de 1878, en el mismo lugar que hoy ocupa el Peirao de Pasaxeiros.
Era la época en la que el catalán Francisco Ravella se encontraba al frente de la Alcaldía y para la rada se proyectaban importantes planes mientras tierra adentro se ponían en marcha grandes planes urbanísticos. Por aquel entonces también se construyó la emblemática Praza da Peixería, que inauguró en Vilagarcía la moda de utilizar el hierro en la construcción.
La obra tuvo cierto retraso por la falta de dinero y materiales y se inauguró finalmente el 8 de enero de 1890, siendo alcalde Daniel Albarrán. A lo largo de doce años de trabajos fueron muchas las crónicas que se escribieron sobre esta construcción, que el diario compostelano “La Gaceta de Galicia”, destacaba como uno de los proyectos arquitectónicos más importante.
Desde entonces han sido muchas las vivencias que han guardado para sí las históricas vigas de las que hoy ya no queda ni rastro. Algunas con sabor amargo, como las de los arousanos que partían a buscar un futuro mejor rumbo a las Américas. Otras más alegres. Como las regatas de dornas que organizaba el polifacético Carlos Comendador. Los paseos pusieron el toque cotidiano en una historia en la que los ingleses tuvieron más de un capítulo.
Y es que los marineros de la Royal Navy (la Escuadra británica) bajaban por turnos a la villa y desde barcas amarradas al muelle de hierro. Una estampa que solía ser el inicio de un sinfín de anécdotas, pues la relación de los “ingleses” con los vilagarcianos era muy intensa y fruto de esta histórica amistad fue la pasión por el balompié, después fútbol, que se extendió como la pólvora en la capital arousana desde principios del siglo pasado.
el final
El muelle de hierro sufrió varias reformas. La más importante fue la que se ejecutó en 1929, cuando se cambió todo el suelo. Su escaso cuidado lo condenó al desguace en 1962. “Nunca tuvo ningún mantenimiento. En verano con una simple colilla tirada de cualquier modo era motivo para que la madera que estaba en el suelo se encendiera y se produjera un incendio que a veces era difícil apagar. Así acabó todo”, explica Eduardo García, en la página de O Faiado da Memoria que explica que en los últimos años “el deterioro era muy grande y había que tener cuidado dónde ponías los pies. ¡Aquellos paseos de la mano de unos adolescentes! ¡Aquellos besos, robados o no!. Todo eso se quedó ahí para siempre. Se fue algo importante de nuestra historia” . n
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Dirección
Rúa Peirao Pasaxeiros, 5, 36600 Vilagarcía de Arousa, Pontevedra, EspañaPara comentar inicia tu sesión aquí

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Cccassaa · 29/12/2018 19:35
En la escalera de bajada de la parte izquierda pasé muchas noches con mi padre pescando calamares y como no había mucha luz había que tener mucho cuidado para no caer al mar, pues no había pasamanos. Recuerdo que las mujeres con tacones tenían que prestar mucha atención al suelo pues al estar algo separados los tablones se le podía quedar el zapato sujeto entre los mismos. Otro recuerdo que tengo es el de un fotógrafo villagarciano muy aficionado a la pesca que se fue con su caña a una boya grande que había despues del final del muelle señalizando el mismo y se levantó un viento enorme y hubo que ir a rescatarlo. Menos mal que la gente que estaba en la cantina que estaba en la cabecera, escucharon sus gritos. Cándido

O Muelle de Ferro
Reportaxe de Olalla Bouza no Diario de Arousa
Fueron las quinientas mil pesetas (en realidad fueron 500.206,25) mejor invertidas de la historia de Vilagarcía. Al menos si el dinero se puede cuantificar por recuerdos. El hierro que se forjó en la memoria colectiva de una población todavía bañada por el mar comenzó a tomar forma de muelle con la Real Orden del 26 de julio de 1878, en el mismo lugar que hoy ocupa el Peirao de Pasaxeiros.
Era la época en la que el catalán Francisco Ravella se encontraba al frente de la Alcaldía y para la rada se proyectaban importantes planes mientras tierra adentro se ponían en marcha grandes planes urbanísticos. Por aquel entonces también se construyó la emblemática Praza da Peixería, que inauguró en Vilagarcía la moda de utilizar el hierro en la construcción.
La obra tuvo cierto retraso por la falta de dinero y materiales y se inauguró finalmente el 8 de enero de 1890, siendo alcalde Daniel Albarrán. A lo largo de doce años de trabajos fueron muchas las crónicas que se escribieron sobre esta construcción, que el diario compostelano “La Gaceta de Galicia”, destacaba como uno de los proyectos arquitectónicos más importante.
Desde entonces han sido muchas las vivencias que han guardado para sí las históricas vigas de las que hoy ya no queda ni rastro. Algunas con sabor amargo, como las de los arousanos que partían a buscar un futuro mejor rumbo a las Américas. Otras más alegres. Como las regatas de dornas que organizaba el polifacético Carlos Comendador. Los paseos pusieron el toque cotidiano en una historia en la que los ingleses tuvieron más de un capítulo.
Y es que los marineros de la Royal Navy (la Escuadra británica) bajaban por turnos a la villa y desde barcas amarradas al muelle de hierro. Una estampa que solía ser el inicio de un sinfín de anécdotas, pues la relación de los “ingleses” con los vilagarcianos era muy intensa y fruto de esta histórica amistad fue la pasión por el balompié, después fútbol, que se extendió como la pólvora en la capital arousana desde principios del siglo pasado.
el final
El muelle de hierro sufrió varias reformas. La más importante fue la que se ejecutó en 1929, cuando se cambió todo el suelo. Su escaso cuidado lo condenó al desguace en 1962. “Nunca tuvo ningún mantenimiento. En verano con una simple colilla tirada de cualquier modo era motivo para que la madera que estaba en el suelo se encendiera y se produjera un incendio que a veces era difícil apagar. Así acabó todo”, explica Eduardo García, en la página de O Faiado da Memoria que explica que en los últimos años “el deterioro era muy grande y había que tener cuidado dónde ponías los pies. ¡Aquellos paseos de la mano de unos adolescentes! ¡Aquellos besos, robados o no!. Todo eso se quedó ahí para siempre. Se fue algo importante de nuestra historia” . n
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Cccassaa · 29/12/2018 19:35
En la escalera de bajada de la parte izquierda pasé muchas noches con mi padre pescando calamares y como no había mucha luz había que tener mucho cuidado para no caer al mar, pues no había pasamanos. Recuerdo que las mujeres con tacones tenían que prestar mucha atención al suelo pues al estar algo separados los tablones se le podía quedar el zapato sujeto entre los mismos. Otro recuerdo que tengo es el de un fotógrafo villagarciano muy aficionado a la pesca que se fue con su caña a una boya grande que había despues del final del muelle señalizando el mismo y se levantó un viento enorme y hubo que ir a rescatarlo. Menos mal que la gente que estaba en la cantina que estaba en la cabecera, escucharon sus gritos. Cándido