César Bonilla en el castillo de la Mota
"La fotografía no es nada buena y está desenfocada. Nos la sacaron delante del Castillo de la Mota camino hacia Madrid. Mi amigo José Luis Pérez Cuadrado se marchó el sábado, pero yo no podía porque el sábado y el domingo, eran los únicos días que recuperabas en el negocio. Eran cuando hacías un poco de dinero. El trabajo era duro. Antes teníamos ilusión por trabajar. También hay que decir que trabajabas como un león para llevar a casa una peseta. El fin de semana no podíamos ir a ningún lado. Estábamos toda la familia trabajando en las churrerías. El lunes te puedes marchar, me dijo mi padre. De lunes a viernes. Pero el sábado te quiero aquí otra vez. Perez Cuadrado era un entusiasta de la vespa. Se pasaba todo el día subido a la vespa de aquí para allá poniendo inyecciones. La mujer se llamaba Clarita. Tenía unos tíos en Zamora. Allí nos unimos a ellos a la hora de comer. Yo llegué muerto pero como no tenía días, al acabar tiramos hacia Madrid. Dormimos en el Camping de Osuna. Fuimos a Toledo. Quitamos las entradas para el Escorial y a mi mujer no la dejaron entrar porque llevaba Pantalones. Era un pecado ir de pantalones. Luego fuimos a Valladolid, a Olmedo... Mi mujer tenía miedo circular por la Gran Vía en Madrid. Iba de lado. En la ciudad te dejaban ir de lado. Con los coches pegados a nosotros... después de una larga tirada mi mujer me pedía que parase. Se estiraba y se echaba en la cuneta de lo dolorida que estaba. Yo le decía... venga, otra vez a la moto que no hay más remedio. Era mucho. Todavía no se habñia construido el túnel de Guadarrama. Imáginate aquellas carreteras, con desniveles superiores al 8%. Ese viaje fue estar más tiempo encima de la vespa que otra cosa".
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César Bonilla en el castillo de la Mota
"La fotografía no es nada buena y está desenfocada. Nos la sacaron delante del Castillo de la Mota camino hacia Madrid. Mi amigo José Luis Pérez Cuadrado se marchó el sábado, pero yo no podía porque el sábado y el domingo, eran los únicos días que recuperabas en el negocio. Eran cuando hacías un poco de dinero. El trabajo era duro. Antes teníamos ilusión por trabajar. También hay que decir que trabajabas como un león para llevar a casa una peseta. El fin de semana no podíamos ir a ningún lado. Estábamos toda la familia trabajando en las churrerías. El lunes te puedes marchar, me dijo mi padre. De lunes a viernes. Pero el sábado te quiero aquí otra vez. Perez Cuadrado era un entusiasta de la vespa. Se pasaba todo el día subido a la vespa de aquí para allá poniendo inyecciones. La mujer se llamaba Clarita. Tenía unos tíos en Zamora. Allí nos unimos a ellos a la hora de comer. Yo llegué muerto pero como no tenía días, al acabar tiramos hacia Madrid. Dormimos en el Camping de Osuna. Fuimos a Toledo. Quitamos las entradas para el Escorial y a mi mujer no la dejaron entrar porque llevaba Pantalones. Era un pecado ir de pantalones. Luego fuimos a Valladolid, a Olmedo... Mi mujer tenía miedo circular por la Gran Vía en Madrid. Iba de lado. En la ciudad te dejaban ir de lado. Con los coches pegados a nosotros... después de una larga tirada mi mujer me pedía que parase. Se estiraba y se echaba en la cuneta de lo dolorida que estaba. Yo le decía... venga, otra vez a la moto que no hay más remedio. Era mucho. Todavía no se habñia construido el túnel de Guadarrama. Imáginate aquellas carreteras, con desniveles superiores al 8%. Ese viaje fue estar más tiempo encima de la vespa que otra cosa".
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