Como Pedro García Mateo restauró la vespa de su madre
En 1962 Carmen se casó con Manuel García Barreiro (hijo de María de la Playa, el mítico bar que había frente a los Astilleros Barreras) y dejó de conducir la moto puesto que su marido lo pasaba muy mal yendo de paquete. La vespa acabó en el taller de su padre (Talleres García Barreiro en Bouzas, en los 50 era la Pegaso y ahora lo gestiona el hermano de Pedro, Manuel García Mateo). En el taller la moto la usaban los mecánicos para hacer recados e ir a buscar piezas. Al parecer a alguien se le olvidó echar aceite y la moto gripó.
Tras pasar varios años arrinconada, un buen día su padre la llevó del taller a su casa en San Andrés de Comesaña. Pedro y su hermano se dejaron los riñones empujando la vespa, pero la dichosa vespa no encendía. Como la moto estaba hecha un cromo y además no había manera de arrancarla, Carmen la regaló a un amigo de la familia en 1980. Este amigo tampoco fue capaz de arreglarla y la devolvió nuevamente a la familia García Mateo un tiempo después.
Pedro y Manuel se pasaron muchas tardes de verano intentando arrancar la moto dejándola caer en segunda por las cuestas de los alrededores de su casa, hasta donde hoy se encuentra ubicada la sede de Pilotes Posada, pero sin demasiada fortuna. Hasta que cinco años más tarde, en 1985 la moto finalmente arrancó gracias a la pericia mecánica de Manuel.
En los últimos años Pedro ha ido restaurando la moto como la tenía su madre en esta foto. La única licencia que se tomó fue retirar la bandera franquista del frontal… “si no me la queman” afirma Pedro.
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Como Pedro García Mateo restauró la vespa de su madre
En 1962 Carmen se casó con Manuel García Barreiro (hijo de María de la Playa, el mítico bar que había frente a los Astilleros Barreras) y dejó de conducir la moto puesto que su marido lo pasaba muy mal yendo de paquete. La vespa acabó en el taller de su padre (Talleres García Barreiro en Bouzas, en los 50 era la Pegaso y ahora lo gestiona el hermano de Pedro, Manuel García Mateo). En el taller la moto la usaban los mecánicos para hacer recados e ir a buscar piezas. Al parecer a alguien se le olvidó echar aceite y la moto gripó.
Tras pasar varios años arrinconada, un buen día su padre la llevó del taller a su casa en San Andrés de Comesaña. Pedro y su hermano se dejaron los riñones empujando la vespa, pero la dichosa vespa no encendía. Como la moto estaba hecha un cromo y además no había manera de arrancarla, Carmen la regaló a un amigo de la familia en 1980. Este amigo tampoco fue capaz de arreglarla y la devolvió nuevamente a la familia García Mateo un tiempo después.
Pedro y Manuel se pasaron muchas tardes de verano intentando arrancar la moto dejándola caer en segunda por las cuestas de los alrededores de su casa, hasta donde hoy se encuentra ubicada la sede de Pilotes Posada, pero sin demasiada fortuna. Hasta que cinco años más tarde, en 1985 la moto finalmente arrancó gracias a la pericia mecánica de Manuel.
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