En Camino: Can de Palleiro, EL PRÍNCIPE DE LAS CORREDOIRAS
El albergue de Santiago de Olveiroa lo impulsamos y pusimos en marcha en la Agacs, en su primer año, antes de ser asumido por el Concello de Dumbría. Lo cogimos sin prácticamente nada, en precario, abrimos sin luz, limpiamos los cascotes que quedaban de la obra mientras llegaban los primeros peregrinos de aquel, por entonces, solitario Camino al Finisterre, mientras nuestra primera hospitalera, la inglesa Alison, intentaba poner un poco de orden en aquel caos. Y, entre los primeros peregrinos, apareció en Olveiroa un alemán larguirucho y un tanto taciturno. A la lumbre de la lareira, nos contó parte de su Camino. Comenzando por algo que le tenía atónito. Resulta que, llegando a Triacastela, se le acercó un perrillo que comenzó a olfatearle con absoluto descaro. Y luego: “luego me miró, levantó una pata y me orinó en los pantalones, el muy cabroncete”
Los gallegos presentes estallamos en carcajadas. Nuestro amigo alemán acababa de ser recibido en Galicia, y no lo sabía, por el príncipe de las corredoiras y señor sin disputa de las congostras enlamadas que cruzan nuestra tierra: el can de palleiro.
Orgulloso de sus mil cruces y mestizajes, altanero, libre como el viento, y dueño de una singular retranca perruna (como buen perrillo gallego), el palleiro no reconoce amo. Es un perro de caminos y “del Camino”. Y, como a los peregrinos, le gusta la aventura y la libertad. La relación del palleiro con los peregrinos se hunde en lo profundo de la historia del Camino de Santiago. Si observáis que se os acerca un canciño con total desparpajo, os sigue unos metros, se acerca apenas sin miraros y os olfatea con aparente indiferencia, no lo dudéis, “es él”. Y, con total probabilidad, si de vuestro zurrón no sale nada, el perrito se alejará mostrando un desprecio absoluto. O, como en el caso de nuestro buen alemán, “marcará territorio”, pero eso puede ser hasta un signo de amistad, con el can de palleiro nunca se sabe”.
Desde luego lo que no va a hacer el palleiro es la horterada de ladrar o morder, eso queda para la plebe de los perros de raza, él es un príncipe y un libertario, tiene sus principios. Es un golfo, desde luego, pero en el fondo es un perro de alta alcurnia, tiene “clase”, la alcurnia y la clase que le han dado siglos de caminos y sabiduría canina de la buena. Hay incluso palleiros que han entrado con los peregrinos en Compostela, meneando orgullosos su rabillo, pero manteniendo las distancias, no vaya a ser que alguien osara pensar que el individuo de la mochila es su amo, en el Camino, y en los caminos del palleiro, no hay amo que valga. El otro día, ante casa Manolo, en Compostela, había un can de palleiro echado lánguidamente al tibio sol de la plazuela de Cervantes. Un grupo de peregrinos que montaba una sonora algazara en el piso de abajo, lo reconocían como “su perro”. ¿Su perro? Cuando salieron el chucho se había largado, probablemente con el primer peregrino que le ofreció un trozo de milanesa.
Pero ahora resulta que un grupo de insensatos, con el gobierno gallego a la cabeza, quieren crear “a raza do can de palleiro” como “can galego”. ¿Serán memos?, ¿ponerle un cascabel al gato?, ¿ponerle puertas al campo? Estimados señores, que ganas de dar por el saco, que ganas de nacionalizar lo que es ecuménico, mestizo y universal, pero que tontos del haba son vuesas mercedes,. Pretenden ponerle un lazo al palleiro, amariconarlo y seguramente – el Apóstol no lo permita- presentarlo a un concurso de perros de adosado. La funesta manía de encajonar, etiquetar, capar. Queridos señores, como el Camino, el palleiro es libertad. Y, como el peregrino, el perrillo se siente libre en sus corredoiras..
La libertad y el gozoso albedrío molestan, hay que domesticar. Quieren domesticar el Camino de Santiago – están en ello- y en el paquete va hasta el pobre perrillo al que quieren quitar el alma y que da la bienvenida a los peregrinos crepusculares, en las congostras infinitas y enlamadas de nuestros Caminos, exactamente como la amistad perruna quiere distinguirlos: con una cálida y fenomenal meada, el Apóstol lo bendiga.
Señores de nuestra administración pública: sean ustedes anatemizados, ¡quiten sus manos del can de palleiro!. Es patrimonio exclusivo de peregrinos. Aunque sea de lejos y convenientemente orinados.
--- Autor do texto, José Antonio de la Riera---
--- Imaxe cedida por José Antonio de la Riera---
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Lugar Olveiroa, 15151 Dumbría, A Coruña, EspañaEffettua il login per commentare Qui
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En Camino: Can de Palleiro, EL PRÍNCIPE DE LAS CORREDOIRAS
El albergue de Santiago de Olveiroa lo impulsamos y pusimos en marcha en la Agacs, en su primer año, antes de ser asumido por el Concello de Dumbría. Lo cogimos sin prácticamente nada, en precario, abrimos sin luz, limpiamos los cascotes que quedaban de la obra mientras llegaban los primeros peregrinos de aquel, por entonces, solitario Camino al Finisterre, mientras nuestra primera hospitalera, la inglesa Alison, intentaba poner un poco de orden en aquel caos. Y, entre los primeros peregrinos, apareció en Olveiroa un alemán larguirucho y un tanto taciturno. A la lumbre de la lareira, nos contó parte de su Camino. Comenzando por algo que le tenía atónito. Resulta que, llegando a Triacastela, se le acercó un perrillo que comenzó a olfatearle con absoluto descaro. Y luego: “luego me miró, levantó una pata y me orinó en los pantalones, el muy cabroncete”
Los gallegos presentes estallamos en carcajadas. Nuestro amigo alemán acababa de ser recibido en Galicia, y no lo sabía, por el príncipe de las corredoiras y señor sin disputa de las congostras enlamadas que cruzan nuestra tierra: el can de palleiro.
Orgulloso de sus mil cruces y mestizajes, altanero, libre como el viento, y dueño de una singular retranca perruna (como buen perrillo gallego), el palleiro no reconoce amo. Es un perro de caminos y “del Camino”. Y, como a los peregrinos, le gusta la aventura y la libertad. La relación del palleiro con los peregrinos se hunde en lo profundo de la historia del Camino de Santiago. Si observáis que se os acerca un canciño con total desparpajo, os sigue unos metros, se acerca apenas sin miraros y os olfatea con aparente indiferencia, no lo dudéis, “es él”. Y, con total probabilidad, si de vuestro zurrón no sale nada, el perrito se alejará mostrando un desprecio absoluto. O, como en el caso de nuestro buen alemán, “marcará territorio”, pero eso puede ser hasta un signo de amistad, con el can de palleiro nunca se sabe”.
Desde luego lo que no va a hacer el palleiro es la horterada de ladrar o morder, eso queda para la plebe de los perros de raza, él es un príncipe y un libertario, tiene sus principios. Es un golfo, desde luego, pero en el fondo es un perro de alta alcurnia, tiene “clase”, la alcurnia y la clase que le han dado siglos de caminos y sabiduría canina de la buena. Hay incluso palleiros que han entrado con los peregrinos en Compostela, meneando orgullosos su rabillo, pero manteniendo las distancias, no vaya a ser que alguien osara pensar que el individuo de la mochila es su amo, en el Camino, y en los caminos del palleiro, no hay amo que valga. El otro día, ante casa Manolo, en Compostela, había un can de palleiro echado lánguidamente al tibio sol de la plazuela de Cervantes. Un grupo de peregrinos que montaba una sonora algazara en el piso de abajo, lo reconocían como “su perro”. ¿Su perro? Cuando salieron el chucho se había largado, probablemente con el primer peregrino que le ofreció un trozo de milanesa.
Pero ahora resulta que un grupo de insensatos, con el gobierno gallego a la cabeza, quieren crear “a raza do can de palleiro” como “can galego”. ¿Serán memos?, ¿ponerle un cascabel al gato?, ¿ponerle puertas al campo? Estimados señores, que ganas de dar por el saco, que ganas de nacionalizar lo que es ecuménico, mestizo y universal, pero que tontos del haba son vuesas mercedes,. Pretenden ponerle un lazo al palleiro, amariconarlo y seguramente – el Apóstol no lo permita- presentarlo a un concurso de perros de adosado. La funesta manía de encajonar, etiquetar, capar. Queridos señores, como el Camino, el palleiro es libertad. Y, como el peregrino, el perrillo se siente libre en sus corredoiras..
La libertad y el gozoso albedrío molestan, hay que domesticar. Quieren domesticar el Camino de Santiago – están en ello- y en el paquete va hasta el pobre perrillo al que quieren quitar el alma y que da la bienvenida a los peregrinos crepusculares, en las congostras infinitas y enlamadas de nuestros Caminos, exactamente como la amistad perruna quiere distinguirlos: con una cálida y fenomenal meada, el Apóstol lo bendiga.
Señores de nuestra administración pública: sean ustedes anatemizados, ¡quiten sus manos del can de palleiro!. Es patrimonio exclusivo de peregrinos. Aunque sea de lejos y convenientemente orinados.
--- Autor do texto, José Antonio de la Riera---
--- Imaxe cedida por José Antonio de la Riera---
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