Y por qué no vamos hasta Marruecos en las vespas...

El viaje lo hicimos pensando en las ganas que teníamos de hacer turismo y en que las vespas eran el único vehículo que teníamos para movernos libremente. “Mi vespa –comenta Alfonso Bar- era de una amiga de mi madre que la había usado cuando era más joven, estaba arrinconada y como sabía que nos habíamos quedado sin el vespino con el que andábamos, me la ofreció. Con ella yo me iba a Santiago, de aquella estudiaba allí. También me hacía escapadas hasta la Costa da Morte. No teníamos ni un duro para hacer el viaje. Xerardo era el único que trabajaba. Nosotros dos estudiábamos. Nos sacamos un seguro, solo por si nos quedábamos tirados, pero ni tan siquiera teníamos la carta verde. Y allí nos fuimos. Se trataba de bajar y hacer kilómetros. El primer día salimos de Vigo tardísimo y teníamos planeado hacer noche en Oporto. A Oporto llegamos. Tarde, pero llegamos”.

Mi abuelo tenía una igual